domingo, 2 de junio de 2013

Punto de vista humano sobre los moriscos

La expulsión de los moriscos, no solo fue la expulsión de millones de personas, sino una tragedia humana,  tanto antes de que se adoptara la medida de expulsión, como después.  Ya que se tomaron muchas prohibiciones y regulaciones hacia los moriscos excluyéndolos de la sociedad.  Tras la aprobación del decreto, comenzaron las grandes tragedias humanas.
En este punto, reflexionaremos sobre cómo se manifestó el sufrimiento de los moriscos,  todos los acontecimientos que tu vieron que soportar y padecer.
Previamente a la expulsión, como hemos dicho anteriormente, se tomaron muchas regulaciones y prohibiciones hacia ellos: los moriscos, tuvieron que abandonar sus prácticas religiosas y culturales. Por ejemplo en Granada, todos los viernes las autoridades religiosas exigían que las puertas de sus casas estuvieran abiertas para que estos no practicaran su religión. También se les prohibió el uso del árabe. A su vez, Todos los moriscos fueron expulsados de las universidades, y no permitían que estos accedieran a la universidad.
Los moriscos eran acusados de todos los males. SI algo iba mal, se culpa a estos. Incluso se llegó a decir que los moriscos se hacían cocineros para envenenar a sus amos cristianos y médicos para matar a sus pacientes cristianos.
A las mujeres se les acusaba de practicar brujería, sobre todo porque para ellas era una gran tradición decorar sus manos con dibujos de henna.  Que se entendía supuestamente como marcas del mal. Y aquellas que las utilizaran eran castigadas.
Una vez establecido el decreto de expulsión,  en 1609, en valencia, se le conceden tres días para embarcar y dirigirse a los puertos. Pasados esos tres días, quienquiera que fuese encontrado fuera de su vivienda podría ser robado por el primero que llegase y entrado a los magistrados, o ser asesinado en caso de resistencia. Esta previsión fue interpretada por muchos cristianos viejos como una autorización para robar y matar a los moriscos que se marchaban. Y así fue como murieron un montón de ellos, de camino al puerto.
Los viajes en barcos reales  eran bastantes seguros, pero los barcos privados que estaban contratados no tenían escrúpulos en robarles o asesinarles. Muchos de los que embarcaron no llegaron nunca a puerto.
Una vez que desembarcaban, los supervivientes del viaje tenían que enfrentarse aún con más contratiempos, pues los dejaban en la parte de África controlada por los españoles, sin musulmanes cercanos que pudieran ayudarles. Así pues, al desembarcar en Orán, su viaje estaba solamente mediado, porque aún tenían que llegar a tierras que estuvieran en posesión de los musulmanes y el trato que recibían por el camino era terrible: tenían fama de llevar dinero consigo y por ello sufrían robos y asesinatos y sus mujeres eran raptadas sin compasión.
Cuando ya habían sido expulsados los moriscos de Valencia, a principios de mayo de 1610, empezó el embarque de los de Aragón y Cataluña. El trato recibido no fue mejor que el dado a los de Valencia y todo intento de resistencia fue inmediata y brutalmente sofocado.
Conscientes ya de los peligros del viaje en barco, muchos de los moriscos aragoneses y catalanes evitaron los puertos de embarque y huyeron hacia el norte; unos 20.000 o 25.000 se dirigieron a Francia. Allí no fueron recibidos bien por los cristianos y se les obligó a volver. La mayoría murieron a manos de los ejércitos de ambas naciones, de enfermedades y agotamiento.
Aquellos moriscos se vieron, en consecuencia, forzados a abandonar Francia. Embarcaron rumbo a Italia, donde no se les permitió quedarse y probablemente siguieron viaje hacia Argel.
La expulsión de los moriscos del sur, es decir de Andalucía, Granada y Castilla, tuvo lugar casi al mismo tiempo que la de Aragón y Cataluña. El edicto de expulsión se publicó en estas zonas el 2 de enero de 1610:
Su forma era algo diferente de la de Valencia. Se exigía a los moriscos que marcharan, sin pena de muerte y confiscación de bienes; les concedía treinta días para hacer sus preparativos. Estos moriscos del sur fueron los más afortunados de los que habían sido expulsados, pues su viaje fue corto. Marruecos estaba a pocas millas y allí había musulmanes para ayudarles una vez desembarcados. Estos no ofrecieron resistencia ante el edicto y muchos de ellos esperaban la salida.













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