domingo, 2 de junio de 2013

                     La expulsión morisca 1609-1614

1)Causas y desarrollo de la expulsión:
         El año 1492 simboliza el fin del pequeño Estado musulmán ( que queda reducido a la capital y su vega) mediante las capitulaciones de Granada. Esto supuso una nueva etapa para la población morisca que se vio obligada a convertirse a la religión cristiana, donde el cardenal Cisneros represento una actitud menos conciliadora. Ej: son la quema de los  libros relativos a la secta mahomética en 1501).
         Se pretendía la asimilación de la cultura cristiana, erradicando a los nuevos fieles de su lengua, los vestidos tradicionales, las estructuras sociales, las costumbres y el culto a la religión del Islam.
         Con el paso del tiempo el rechazo a la conversión se convirtió en incumplimiento y la valoración negativa de los programas políticos religiosos  tenían como medida el destierro.
         Carlos V opta por una medida menos radical a causa de unos conflictos externos y opta por una asimilación a largo plazo(40 años) que tampoco facilito la integración de los moriscos.
         Sin embargo el comienzo del reinado de Felipe II impone una imagen intolerante y radicalizada contra una identidad que reafirma su ley islámica, mostrando un deterioro en las relaciones de las comunidades morisca y viejo cristiana.
         En 1567 se publica una pragmática real en la que de forma irrevocable se decide la asimilación de la civilización morisca a la dominante retrocristiana por la desaparición en plazo de un año de todas las peculiaridades culturales moriscas.
         La política de confesionalización de Felipe II, los riesgos inquisitoriales, las múltiples penitencias islamitas, así como la crisis socioeconómica y de la política internacional llevan a levantamientos como el de Granada en 1568.
         A este tipo de revueltas se suman los problemas en el plano exterior como los enfrentamientos a los turcos que representan una amenaza para las costas hispánicas que podían contar con el apoyo de la minoría morisca.
Pero la llegada de Felipe III y las deliberaciones del Consejo de Estado en 1609, apoyadas por el valido duque de Lerma, invocan la medida de expulsión por razones de seguridad y religiosa.
         Esta medida ocupó una posición central para la política de la Monarquía Hispánica que tuvo conflictos de naturaleza diferente en cada uno de los territorios afectados.
         Este despliegue militar representó el acto inicial y Valencia marcó la primera fase profunda. La imposibilidad de transportar a todos los moriscos juntos, generó una inestabilidad de la paz territorial. Sin embargo el importe de los fletes pagado por los moriscos, soluciono otro problema que podría ser fatal para la Monarquía Hispánica.
         La peor imagen de esta tragedia fue la separación entre padres e hijos, y el echo de que a aquellos que se negaban a hacerlo se les ejecutaba y a los niños se les encarcelaba hasta que finalizara la expulsión.
         Los desterrados por tierra se dirigían hacia Irún, con la obligación de dejar la mitad de sus bienes. Los más difíciles de erradicar fueron los que estaban asentados en la corona de Castilla. Esta salida de los moriscos se hizo de forma pacífica, sin necesidad de ningún edicto de expulsión.
         Sin embargo la expulsión andaluza fue embarcada por decreto, por los puertos de Sevilla y Málaga. En el reino de Aragón la expulsión se hizo por la vía del consejo de Estado mostrando la grandeza de la autoridad monárquica. El autoritarismo regio se dejo sentir con mucha fuerza a través del ejercito militar.
         La operación fue muy compleja, en ella participaron galeras españolas e italianas, multitud de mercantes particulares, tropas de infantería así como  una gran financiación.
La administración política estaba formada por el consejo de estado, la Hacienda y por comisarios especiales. El problema financiero se notó por la incapacidad de la corona para sostener las estructuras militares durante la expulsión. El destierro llega a unos 275000 moriscos a los que había que sumar los salidos de forma clandestinamente y los muertos por penalidades. A los antiguos-múdejares castellanos se les permitía emigrar libremente. Este proceso acabo a comienzos de 1614 con la expulsión de los últimos descendientes de los antiguos múdejares, ayudando a la reafirmación de la Monarquía Hispánica.
 La expulsión de los moriscos provocó la disminución de la población, la falta de mano de obra en el campo y en la huerta, los cambios en la titularidad de las propiedades, la eliminación de una posible quinta columna en caso de invasión otomana y la culminación del proceso de unificación religiosa.
El libro que Carmen Boullosa publicará como El Velázquez de Paris, englobará todos los detalles históricos y estéticos de este capitulo decisivo en la historia de España. Carmen Boullosa se infiltrará en este capitulo histórico, tomando nota de todo detalle que trasluce un lienzo de Velázquez, así como del fruto de su imaginación.
Este cuadro es el testimonio visual de un horror mayúsculo que arrancó a miles de moriscos de su tierra obligándolos a embarcarse con algunos de sus bienes en una galera turca. El lienzo parece seccionado en varias partes recogiendo todas las costumbres y ritos mudéjares tales como la vestimenta morisca característica o celebraciones conforme a sus costumbres. En el centro esta enfocada la imagen del  rey Felipe III, gobernante de la Monarquía Hispánica, al que Velázquez parece favorecer situándolo de esta manera, por tomar la decisión drástica de expulsar a los moriscos además a su derecha está una matrona en armadura, representa a España, y es la única alegoría que hay en el lienzo. Las imágenes sucesivas parecen formar una capa de argumentación histórica, que muestra todos los elementos y eventos anteriores o posteriores a la expulsión: los miles de moriscos desvencijados, los soldados alineados, sutiles imágenes representando mujeres vestidas a la prohibida usanza morisca, bailando danzas leyla, a unas madres separadas de sus hijos, o a un grupo de muchachos con cadenas atadas a los tobillos.
El lienzo parece seccionarse en pequeñas historias cada una impresionando por la crueldad y el horror: Todas estas secuencias, representan de manera simbólica las treinta y cinco expediciones, realizadas por Felipe III y los soldados, planteadas para echar fuera a los moriscos.

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