domingo, 2 de junio de 2013

CARLOS III Y EL DESPOTISMO ILUSTRADO

  
El reinado de Carlos III (1759-1788) sintonizaba con las ideas racionalistas y filantrópicas de los filósofos europeos. Se consideraba la única fuente de poder del país e intervenía en los asuntos de gobierno. Se apoyo al principio en su equipo italiano, destacando el marques de Esquilache, secretario de Hacienda. Sus reformas chocaron con la resistencia de nobleza y clero. Una época de hambruna disparó la protesta popular.
Los motines de 1766 por todo el país se debieron a la carestía de productos y a una reacción xenófoba manipulada por un sector de la nobleza y – según dijeron entonces- por los jesuitas. El gobierno fue puesto en manos de españoles (Conde de Aranda) fracasando el intento antireformista por frenar la política ilustrada y Aranda pudo iniciar una ofensiva contra la compañía de Jesús que termino con la expulsión.
La política se orientó con los dos grupos reformistas: el sector aristocrático, encabezado por el conde de Aranda y los funcionarios de origen burgues (Campomanes y Floridablanca).
Las medidas reformistas de Carlos III eran aisldas, buscaban la eficacia de la gestión del Estado y mejorar el nivel de vida de la población, conforme a la visión ilustrada. Las competencias se repartían entre el Consejo de Castilla y las Secretarias de Estado y Despacho, que a partir de 1787 integraron la Junta Suprema de Estado, embrión del Consejo de Ministros.
A partir de 1766 se inició la reforma del régimen municipal, creando la figura de los diputados, aunque no logró frenar el aumento de poder de las oligarquías locales en el gobierno municipal. Se intentó eliminar la tortura, y se creó un banco Central encargado de la emisión de billetes y la negociación de la deuda pública.
Con los ilustrados (Floridablanca) llegaron las ideas fisiocráticas, se trató de racionalizar e incrementar la producción agraria, liberalizándose el comercio de cereales y eliminando las tasas. Aunque no logró acabar con la especulación. A falta de una reforma agraria general (bienes de manos muertas), se fortaleció la posición legal de los arrendatarios y se repartieron algunas tierras municipales. Se intentaron repoblar zonas de Andalucia nororiental con campesinos alemanes. Sin embargo, la tierra siguió en manos de unos pocos latifundistas, cultivada por un ejército de empobrecidos braceros.
En materia religiosa, los ministros de Carlos III profundizaron en la política regalista. La Inquisición aunque perdió buena parte de su poder, siguió siendo utilizada para reprimir conductas heterodoxas. Se expulsó a los jesuitas, considerados responsables del inmovilismo clerical.
Los proyectos realizados fueron tímidas reformas, por la lentitud burocrática y por la resistencia de algunos sectores sociales. Cabe destacar la nueva perspectiva con la que se enfocaron algunos problemas.

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