La expulsión de los moriscos, no solo fue la expulsión de
millones de personas, sino una tragedia humana, tanto antes de que se adoptara la medida de
expulsión, como después. Ya que se
tomaron muchas prohibiciones y regulaciones hacia los moriscos excluyéndolos de
la sociedad. Tras la aprobación del
decreto, comenzaron las grandes tragedias humanas.
En este punto, reflexionaremos sobre cómo se manifestó el sufrimiento de los moriscos, todos los acontecimientos que tu vieron que soportar y padecer.
En este punto, reflexionaremos sobre cómo se manifestó el sufrimiento de los moriscos, todos los acontecimientos que tu vieron que soportar y padecer.
Previamente a la expulsión, como hemos dicho anteriormente,
se tomaron muchas regulaciones y prohibiciones hacia ellos: los moriscos, tuvieron
que abandonar sus prácticas religiosas y culturales. Por ejemplo en Granada,
todos los viernes las autoridades religiosas exigían que las puertas de sus
casas estuvieran abiertas para que estos no practicaran su religión. También se
les prohibió el uso del árabe. A su vez, Todos los moriscos fueron expulsados
de las universidades, y no permitían que estos accedieran a la universidad.
Los moriscos eran acusados de todos los males. SI algo iba
mal, se culpa a estos. Incluso se llegó a decir que los moriscos se hacían
cocineros para envenenar a sus amos cristianos y médicos para matar a sus
pacientes cristianos.
A las mujeres se les acusaba de practicar brujería, sobre todo porque para ellas era una gran tradición decorar sus manos con dibujos de henna. Que se entendía supuestamente como marcas del mal. Y aquellas que las utilizaran eran castigadas.
A las mujeres se les acusaba de practicar brujería, sobre todo porque para ellas era una gran tradición decorar sus manos con dibujos de henna. Que se entendía supuestamente como marcas del mal. Y aquellas que las utilizaran eran castigadas.
Una vez establecido el decreto de expulsión, en 1609, en valencia, se le conceden tres
días para embarcar y dirigirse a los puertos. Pasados esos tres días,
quienquiera que fuese encontrado fuera de su vivienda podría ser robado por el
primero que llegase y entrado a los magistrados, o ser asesinado en caso de
resistencia. Esta previsión fue interpretada por muchos cristianos viejos como
una autorización para robar y matar a los moriscos que se marchaban. Y así fue
como murieron un montón de ellos, de camino al puerto.
Los viajes en barcos reales
eran bastantes seguros, pero los barcos privados que estaban contratados
no tenían escrúpulos en robarles o asesinarles. Muchos de los que embarcaron no
llegaron nunca a puerto.
Una vez que desembarcaban, los supervivientes del viaje tenían que enfrentarse aún con más contratiempos, pues los dejaban en la parte de África controlada por los españoles, sin musulmanes cercanos que pudieran ayudarles. Así pues, al desembarcar en Orán, su viaje estaba solamente mediado, porque aún tenían que llegar a tierras que estuvieran en posesión de los musulmanes y el trato que recibían por el camino era terrible: tenían fama de llevar dinero consigo y por ello sufrían robos y asesinatos y sus mujeres eran raptadas sin compasión.
Una vez que desembarcaban, los supervivientes del viaje tenían que enfrentarse aún con más contratiempos, pues los dejaban en la parte de África controlada por los españoles, sin musulmanes cercanos que pudieran ayudarles. Así pues, al desembarcar en Orán, su viaje estaba solamente mediado, porque aún tenían que llegar a tierras que estuvieran en posesión de los musulmanes y el trato que recibían por el camino era terrible: tenían fama de llevar dinero consigo y por ello sufrían robos y asesinatos y sus mujeres eran raptadas sin compasión.
Cuando ya habían sido expulsados los moriscos de Valencia, a
principios de mayo de 1610, empezó el embarque de los de Aragón y Cataluña. El
trato recibido no fue mejor que el dado a los de Valencia y todo intento de
resistencia fue inmediata y brutalmente sofocado.
Conscientes ya de los peligros del viaje en barco, muchos de
los moriscos aragoneses y catalanes evitaron los puertos de embarque y huyeron
hacia el norte; unos 20.000 o 25.000 se dirigieron a Francia. Allí no fueron
recibidos bien por los cristianos y se les obligó a volver. La mayoría murieron
a manos de los ejércitos de ambas naciones, de enfermedades y agotamiento.
Aquellos moriscos se vieron, en consecuencia, forzados a
abandonar Francia. Embarcaron rumbo a Italia, donde no se les permitió quedarse
y probablemente siguieron viaje hacia Argel.
La expulsión de los moriscos del sur, es decir de Andalucía,
Granada y Castilla, tuvo lugar casi al mismo tiempo que la de Aragón y
Cataluña. El edicto de expulsión se publicó en estas zonas el 2 de enero de
1610:
Su forma era algo
diferente de la de Valencia. Se exigía a los moriscos que marcharan, sin pena
de muerte y confiscación de bienes; les concedía treinta días para hacer sus
preparativos. Estos moriscos del sur fueron los más afortunados de los
que habían sido expulsados, pues su viaje fue corto. Marruecos estaba a pocas
millas y allí había musulmanes para ayudarles una vez desembarcados. Estos no
ofrecieron resistencia ante el edicto y muchos de ellos esperaban la salida.
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